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LA EDAD MEDIA ESTUDIADA A TRAVÉS DE LOS TEXTOS

    LA LÍRICA POPULAR

    yâ mamma mio al-habîbi
    bay-sê e no me tornade
    gar ke fareyo ÿâ mamma
    in no mio ‘ina’ lesade
    (Traducción: ¡Oh madre, mi amigo
    se va y no vuelve!
    Dime qué haré, madre,
    si mi pena no afloja.)
    al-sa’amu mio hâli
    borqe hâlî qad bâri
    ke farey yâ ümmi
    fâniqî bad lebare
    (Traducción: La muerte es mi estado,
    porque mi estado (es) desesperado.
    ¿Qué haré, oh madre mía?
    El que me mima va a marcharse.)
    Soltáronse mis cabellos, madre mía.
    ¡Ay, con qué me los prendería!
    Mano a mano los dos amores
    mano a mano.
    El galán y la galana
    ambos vuelven el agua clara,
    mano a mano
    No me habléis, conde,
    d’amor en la calle:
    cata que os dirá mal,
    conde, la mi madre.
    Mañana iré, conde,
    a lavar al río:
    allá me tenéis, conde,
    a vuestro servicio.
    Cata que os dirá mal
    conde, la mi madre.
    No me habléis, conde
    d’amor en la calle.
    Ondas do mar de Vigo
    Ondas do mar de Vigo,
    se vistes meu amigo?
    E ai Deus!, se verra cedo?
    Ondas do mar levado,
    se vistes meu amado?
    E ai Deus!, se verra cedo?
    Se vistes meu amigo,
    o por que eu sospiro?
    E ai Deus!, se verra cedo?
    Se vistes meu amado,
    por que ei gran coidado?
    E ai Deus!, se verra cedo?
    Olas del mar de Vigo
    Olas del mar de Vigo,
    ¿Visteis a mi amigo?
    ¡Ay Dios! ¿vendrá pronto?
    Olas del mar agitado,
    ¿Visteis a mi amado?
    ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto?
    ¿Visteis a mi amigo,
    aquél por quien yo suspiro?
    ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto?
    ¿Visteis a mi amado,
    quien me tiene tan preocupada?
    ¡Ay Dios! ¿Vendrá pronto?
    Desde niña me casaron
    por amores que no amé:
    mal casadita me llamaré.
    En la fuente del rosel
    lavan la niña y el doncel.
    En la fuente de agua clara
    con sus manos lavan la cara,
    él a ella y ella a él,
    lavan la niña y el doncel.
    En la fuente del rosel
    lavan la niña y el doncel.
    Queredme bien, caballero,
    casada soy, aunque no quiero.
    A coger amapolas,
    Madre, me perdí:
    ¡caras amapolas
    fueron para mí!
    1. ¿Quién es el narrador? ¿A quién se dirige? ¿En qué entorno se encuentra?
    2. Señala el tema. ¿Cómo consigue dar intensidad a lo dice?
    3. ¿A qué género pertenecen? Justifica tu respuesta.
    4. Análisis métrico: tipo de verso, rima.
    5. ¿Qué diferencias observas en estas composiciones?

    EL MESTER DE JUGLARÍA. EL CANTAR DE MIO CID

    Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:

    «¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!

    Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados».

    Cuando acabó su oración el Cid otra vez cabalga,

    de las murallas salió, el río Arlanzón cruzaba.

    Junto a Burgos, esa villa, en el arenal posaba,

    las tiendas mandó plantar y del caballo se baja.

    Mío Cid el de Vivar que en buen hora ciñó espada

    en un arenal posó, que nadie le abre su casa.

    Pero en torno suyo hay guerreros que le acompañan.

    Así acampó Mío Cid cual si anduviera en montaña.

    Prohibido tiene el rey que en Burgos le vendan nada

     

    Las dos manos inclinó el de la barba crecida,

    a sus dos niñitas coge, en sus brazos las subía,

    al corazón se las llega, de tanto que las quería.

    Llanto le asoma a los ojos y muy fuerte que suspira.

    «Es verdad, doña Jimena, esposa honrada y bendita,

    tanto cariño os tengo como tengo al alma mía.

    Tenemos que separarnos, ya los veis, los dos en vida;

    a vos os toca quedaros, a mi me toca la ida.

    ¡Quiera Dios y con Él quiera la Santa Virgen María

    que con estas manos pueda aún casar nuestras hijas

    y que me puede ventura y algunos días de vida

    para poderos servir, mujer honrada y bendita!»


    Ahora, guardias y mesnadas, escuchad con atención:

    No quiero que pierda nada Mío Cid Campeador,

    a todos los caballeros que le tienen por señor

    lo que yo les confisqué hoy se lo devuelvo yo,

    aunque sigan con el Cid no pierdan su posesión,

    seguros estén de daño o mal en toda ocasión;

    esto lo hago por que siempre sirvan bien a su señor».


     

    Oíd lo que hablan aparte los infantes de Carrión:

    «Mucho cunden las hazañas de este Cid Campeador,

    en casarnos con sus hijas ganaríamos los dos,

    pero vergüenza tenemos de decirlo, porque no

    es el suyo buen linaje para condes de Carrión».

    De rodillas se echa al suelo, las manos en él clavó,

    aquellas yerbas del campo con sus dientes las mordió

    y del gozo que tenía el llanto se le saltó.

    Así rinde acatamiento a Alfonso, rey de León.

    Ante los pies del monarca de esta manera cayó,

    no le gusta al rey Alfonso verle en tal humillación:

    «Levantáos, levantáos, mi buen Cid Campeador,

    besar mis manos os dejo, pero besar los pies no,

    si no lo hiciereis así, no os vuelvo mi favor».

    Con las rodillas hincadas seguía el Campeador:

    «Merced os pido, buen rey, vos, mi natural señor,

    que ante vos arrodillado me devolváis vuestro amor,

    y puedan oírlo todos los que están alrededor».

    Dijo el rey: «Así lo haré con alma y con corazón,

    aquí os perdono, Cid, y os vuelvo mi favor,

    desde hoy en todo mi reino acogida os doy yo».


     

    «Mi mujer, doña Jimena, sea lo que quiera Dios.

    A vos os digo, hijas mías, doña Elvira y doña Sol,

    que con este casamiento ganaremos en honor,

    pero sabed que estas bodas no las he arreglado yo:

    os ha pedido y rogado don Alfonso, mi señor.

    Lo hizo con tanta firmeza, tan de todo corazón,

    que a aquello que me pedía no supe decir que no.

    Así en sus manos os puse, hijas mías, a las dos.

    Pero de verdad os digo: él os casa, que no yo».


     

    Estaba el Cid con los suyos en Valencia la mayor

    y con él ambos sus yernos, los infantes de Carrión.

    Acostado en un escaño dormía el Campeador,

    ahora veréis qué sorpresa mala les aconteció.

    De su jaula se ha escapado, y andaba suelto el león,

    al saberlo por la corte un gran espanto cundió.

    Embrazan sus mantos las gentes del Campeador

    y rodean el escaño protegiendo a su señor.

    Pero Fernando González, el infante de Carrión,

    no encuentra dónde meterse, todo cerrado lo halló,

    metióse bajo el escaño, tan grande era su terror.

    El otro, Diego González, por la puerta se escapó

    gritando con grandes: «No volveré a ver Carrión.

    «Detrás de una gruesa viga metióse con gran pavor

    y, de allí túnica y manto todos sucios los sacó.

    Estando en esto despierta el que en buen hora nació

    y ve cercado el escaño suyo por tanto varón.

    «¿Qué es esto, decid, mesnadas? ¿Qué hacéis aquí alrededor?»

    «Un gran susto nos ha dado, señor honrado, el león.»

    Se incorpora Mío Cid y presto se levantó,

    y sin quitarse ni el manto se dirige hacia el león:

    la fiera cuando le ve mucho se atemorizó,

    baja ante el Cid la cabeza, por tierra la cara hincó.

    El Campeador entonces por el cuello le cogió,

    como quien lleva un caballo en la jaula lo metió.

    Maravilláronse todos de aquel caso del león

    y el grupo de caballeros a la corte se volvió.

    Mío Cid por sus yernos pregunta y no los halló,

    aunque los está llamando no responde ni una voz.

    Cuando al fin los encontraron, el rostro traen sin color

    tanta broma y tanta risa nunca en la corte se vio,

    tuvo que imponer silencio Mío Cid Campeador.

    Avergonzados estaban los infantes de Carrión,

    gran pesadumbre tenían de aquello que les pasó.


     

    Mío Cid el bienhadado los ojos en él clavaba,

    por fin embraza el escudo, baja el astil de la lanza

    y espolea a su Babieca, el caballo que bien anda:

    ya va a atacar a los moros con el corazón y el alma.

    Entre las filas primeras el Campeador se entraba,

    a siete tira por tierra, y a otros cuatro los mataba.

    Así empieza la victoria que aquel día fue lograda.

    Mío Cid con sus vasallos detrás de los moros anda.


     

    Quédanse solos los cuatro, todo el mundo se marchó.

    Tanta maldad meditaron los infantes de Carrión.

    «Escuchadnos bien, esposas, doña Elvira y doña Sol:

    vais a ser escarnecidas en estos montes las dos,

    nos marcharemos dejándoos aquí a vosotras, y no

    tendréis parte en nuestras tierras del condado de Carrión.

    Luego con estas noticias irán al Campeador

    y quedaremos vengados por aquello del león.»

    Allí los mantos y pieles les quitaron a las dos,

    sólo camisa y brial sobre el cuerpo les quedó.

    Espuelas llevan calzadas los traidores de Carrión,

    cogen en las manos cinchas que fuertes y duras son.

     

    Contesta a estas preguntas acerca de los fragmentos que hemos leído:

    1. Haz un resumen de los distintos fragmentos, intentando contar el argumento del libro. Averigua cómo termina el cantar.
    2. Género del Cantar de Mío Cid. Justifica tu respuesta.
    3. Rasgos del Cid: ¿qué virtudes destacas del héroe? Busca epítetos épicos para caracterizar al personaje.
    4. El tema del cantar es la recuperación del honor del Cid como vasallo y como padre. Busca en los textos cómo lo pierda y cómo lo recupera.
    5. ¿Cómo es la sociedad medieval de este poema? Pon ejemplos sacados de los textos leídos.
    6. Análisis métrico.
    7. Busca en el texto rasgos estilísticos propios de la literatura épica oral.

    EL MESTER DE CLERECÍA.

     

    Los Milagros de Nuestra Señora; Gonzalo de Berceo

    INTRODUCCIÓN

    1 Amigos y vasallos     de Dios omnipotente,
    si escucharme quisierais     muy favorablemente,
    os querría contar     un hecho trascendente
    que lo tendréis, al cabo,     por bueno y excelente.

    2 Yo, el maestro Gonzalo     de Berceo llamado
    yendo en romería     acaecí en un prado
    verde, y bien sencido,     de flores bien poblado,
    lugar apetecible     para el hombre cansado.

    3 Daban olor soberbio     las flores bien olientes,
    refrescaban al par     las caras y las mentes;
    manaban cada canto      fuentes claras corrientes,
    en verano bien frías,      en invierno calientes.

    6 Nunca encontré en el mundo   lugar tan deleitoso,
    ni sombra tan templada,     ni un olor tan sabroso.
    Descargué mi ropilla     por yacer más vicioso,
    y me tumbé a la sombra     de un árbol muy hermoso.

    12 Tan pronto como fui     en la tierra acostado
    de todo mi lacerio     me encontré liberado,
    olvidé toda cuita,     el lacerio pasado:
    ¡aquel que allí morase     sería venturado!

    17 Todos cuantos vivimos     y por el mundo andamos
    aunque en prisión estemos     o en un lecho yazgamos,
    todos somos romeros,     por el camino andamos:
    San Pedro dice esto, por él os lo probamos.

    18 Mientras aquí vivimos,     en ajeno moramos;
    la morada durable     arriba la esperamos,
    y nuestra romería     entonces la acabamos
    cuando hacia el Paraíso     las almas enviamos.

    19 En esta romería     habemos un buen prado
    donde encuentra refugio     el romero cansado:
    es la Virgen Gloriosa, madre del buen criado
    del cual otro ninguno     igual no fue encontrado.

    20 Este prado fue siempre     verde en honestidad,
    porque nunca hubo mancha,     en su virginidad;
    post partum et in partu     fue Virgen de verdad,
    ilesa e incorrupta     toda su integridad.

    44 Quiero dejar, no obstante,     los pájaros cantores
    las sombras y las aguas,     las antedichas flores:
    quiero de estos frutales,     tan llenos de dulzores,
    hacer algunos versos,     amigos y señores.

    45 Y quiero en estos árboles     un ratillo subir
    y de tantos milagros     algunos escribir.
    La Gloriosa me guíe     que lo pueda cumplir,
    que no me atrevería     sin su ayuda a seguir.

    46 Tendrélo por milagro     que me hace la Gloriosa
    si guiarme quisiera     a mí en tan dulce cosa:
    Madre llena de gracia,     Reina muy poderosa,
    en ello Tú me guías,     pues eres muy piadosa.

     

    1. Investiga el siglo al que pertenece esta obra y algunos datos biográficos sobre su autor, que justifiquen la escritura de esta obra.
    2. ¿A quién se dirige el autor-narrador de este fragmento? Localiza los apelativos con los que se dirige al receptor e indica con qué finalidad lo hace.
    3. El autor emplea la 1ª, 2ª y 3ª persona gramatical. ¿Cuándo usa cada una de ellas?
    4. Explica, según estos fragmentos que has leído, cuál crees que es la intención del autor con esta obra. ¿Sobre quién desea hablar?
    5. Señala los tópicos literarios que están presentes en esta introducción.
    6. Localiza y explica las figuras literarias presentes en estos versos.

    MILAGRO III: El clérigo y la flor

     

    De un clérigo leemos      que era de sesos ido,
    y en los vicios del siglo     fieramente embebido;
    pero aunque era loco      tenía un buen sentido:
    amaba a la Gloriosa     de corazón cumplido.

    Como quiera que fuese      al mal acostumbrado,
    en saludarla siempre     era bien acordado;
    y no iría a la iglesia,      ni a otro mandado
    sin que antes su nombre    no hubiera aclamado.

    Decir no lo sabría      por qué causa o razón
    (nosotros no sabemos      si se lo buscó o non)
    dieron sus enemigos     asalto a este varón
    y hubieron de matarlo,      déles Dios su perdón.

    Los hombres de la villa,     y hasta sus compañeros,
    que de lo que pasó     no estaban muy certeros,
    afuera de la villa,    entre unos riberos
    se fueron a enterrarlo,      mas no entre los diezmeros.

    Pesóle a la Gloriosa   por este enterramiento,
    porque yacía su siervo   fuera de su convento;
    aparecióse a un clérigo   de buen entendimiento
    y le dijo que hicieron    un yerro muy violento.

    Ya hacía treinta días    que estaba soterrado:
    en término tan luengo    podía ser dañado;
    dijo Santa María:      «Es gran desaguisado
    que yazga mi notario     de aquí tan apartado.

    Te mando que lo digas:      di que mi cancelario
    no merecía ser     echado del sagrario;
    diles que no lo dejen     allí otro treintenario
    y que con los demás      lo lleven al osario.»

    Preguntóle el clérigo     que yacía adormentado:
    « ¿Quién eres tú que me hablas?    Dime quién me ha mandado,
    que cuando dé el mensaje,     me será demandado
    quién es el querelloso,     o quién el soterrado».

    Dijóle la Gloriosa:      «Yo soy Santa María,
    madre de Jesucristo     que mamó leche mía;
    el que habéis apartado     de vuestra compañía
    por cancelario mío      con honra lo tenía.

    El que habéis soterrado     lejos del cementerio
    y a quien no habéis querido     hacerle ministerio
    es quien me mueve a hacerte     todo este reguncerio:
    si no lo cumples bien,     corres peligro serio.»

    Lo que la dueña dijo    fue pronto ejecutado:
    abrieron el sepulcro    como lo había ordenado
    y vieron un milagro    no simple, y sí doblado;
    este milagro doble    fue luego bien notado.

    Salía de su boca,     muy hermosa, una flor,
    de muy grande hermosura,     de muy fresco color,
    henchía toda la plaza     con su sabroso olor,
    que no sentían del cuerpo     ni un punto de hedor.

    Le encontraron la lengua     tan fresca, y tan sana
    como se ve la carne     de la hermosa manzana:
    no la tenía más fresca     cuando a la meridiana
    se sentaba él hablando     en medio la quintana.

    Vieron que esto pasó     gracias a la Gloriosa,
    porque otro no podría     hacer tamaña cosa:
    trasladaron el cuerpo,      cantando Specïosa,
    más cerca de la iglesia     a tumba más preciosa.

    Todo hombre del mundo     hará gran cortesía
    si hiciere su servicio     a la Virgo María:
    mientras vivo estuviere,     verá placentería,
    y salvará su alma      al postrimero día.

     

    1. Los Milagros de Nuestra Señora es una obra literaria. ¿Qué puedes señalar en este texto, para justificar que se trata de un texto literario?
    2. ¿A qué género literario pertenece este texto? Justifícalo y señala los tipos de texto que aparecen en él.
    3. Establece la estructura interna de este Milagro III, indicando la extensión de cada parte.
    4. Realiza el análisis métrico de este episodio de la obra. ¿Qué estrofa se usa? ¿Qué puedes decir de ella en relación con la obra y el autor?
    5. Examina e indica los rasgos estilísticos del autor, presentes en este fragmento. Puedes ayudarte del libro de texto o de otras fuentes para investigarlo.

    EL LIBRO DE BUEN AMOR; JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA

    FINALIDAD DE LA OBRA

    El propio autor explica en las páginas de su libro cuál es el propósito de su obra. Extrae las ideas principales.

    Así yo, en mi poquilla ciencia y mucha y gran rudeza, comprendiendo cuántos bienes hace perder el loco amor del mundo al alma y al cuerpo y los muchos males que les apareja y trae, hice esta chica escritura en memoria de bien, escogiendo y deseando con buena voluntad la salvación y gloría del Paraíso para mi alma, y compuse este nuevo libro en que van escritas algunas maneras y maestrías y sutilezas engañosas del loco amor del mundo, usadas por algunos para pecar. Leyéndolas y oyéndolas, el hombre o la mujer de buen entendimiento que se quiera salvar, escogerá su conducta.

    […] No obstante, puesto que es humana cosa pecar, si algunos quisieran (no se lo aconsejo) usar del loco amor, aquí hallarán algunas maneras para ello.

    […] Dios sabe que mi intención no fue hacerlo para dar pauta de pecado ni por mal hablar, sino para dar ejemplo de buenas costumbres y consejos de salvación, y para que todos estén avisados y se puedan mejor defender de tantas mañas como algunos usan para el loco amor.

    […] Compúselo también para dar a alguno lección y muestra de metrificar, rimar y trovar, pues trovas y notas y rimas y dictados y versos van hechos cumplidamente, según esta ciencia requiere.

    JUSTIFICACIÓN MORAL DEL AUTOR

    Lee el siguiente fragmento de la obra e indica por qué crees que Juan Ruiz necesita dar esta justificación. Señala las ideas principales.

    71 Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
    que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
    por el sustentamiento, y la segunda era
    por conseguir unión con hembra placentera.
    72 Si lo dijera yo, se podría tachar,
    mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
    De lo que dice el sabio no debemos dudar,
    pues con hechos se prueba su sabio razonar.

    73 Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
    hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
    desea, por natura, siempre compaña nueva
    y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.

    74 Digo que más el hombre, pues otras criaturas
    tan sólo en una época se juntan, por natura;
    el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
    siempre que quiere y puede hacer esa locura.

    75 Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza,
    pues antes se consume cuanto más se le atiza;
    el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza,
    mas por naturaleza, en el mal profundiza.

    76 Yo, como soy humano y, por tal, pecador,
    sentí por las mujeres, a veces, gran amor.
    Que probemos las cosas no siempre es lo peor;
    el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.


    109 Si, después de crear al hombre, Dios supiera
    que la mujer sería su mal, no se la diera
    creada de su carne y como compañera;
    si para bien no fuera, tan noble no saliera.

    110 Si no quisiese bien el hombre a la mujer
    el Amor no podría tantos presos tener;
    por muy santo o muy santa que se suponga ser
    nadie sin compañía quiere permanecer.

    FRAGMENTOS NARRATIVOS
    Lee atentamente los siguientes fragmentos de la obra y analiza los elementos de la narración.

    112 Yo, como estaba solo, sin tener compañía,
    codiciaba la que otro para sí mantenía:
    eché el ojo a una dama, no santa; yo sentía
    y cruciaba por ella, que de otro era baldía.

    113 Y como, así las cosas, yo con ella no hablaba,
    puse de mensajero, por ver si la ablandaba,
    a un compañero mío; ¡buena ayuda me daba!
    él se comió la carne en tanto yo rumiaba.

    114 Hice, con el disgusto, esta copla cazurra;
    si una dama la oyere en su enojo no incurra,
    pues debieran llamarme necio cual bestia burra
    si de tan gran escarnio yo no trovase a burla.

    115 Mis ojos no verán luz
    pues perdido he a Cruz.

    116 Cruz cruzada, panadera,
    quise para compañera:
    senda creí carretera
    como si fuera andaluz.

    117 Con una embajada mía
    mandé a Fernando García
    le rindiese pleitesía
    y me sirviese de dux.

    118 Dijo lo haría de grado:
    de Cruz llegó a ser amado,
    me obligó a rumiar salvado
    y él se comió el pan más duz.

    119 Le ofreció, por mi consejo,
    mi trigo, que ya era añejo,
    y él le regaló un conejo
    ¡el traidor, falso, marfuz!

    120 ¡Dios confunda al mensajero
    Tan astuto y tan ligero!
    ¡Dios no ayude al conejero
    Que la caza no me aduz!

    121 Cuando la Cruz veía, yo siempre me humillaba;
    Me santiguaba siempre, cuando me la encontraba;
    Mi amigo, más de cerca la Cruz adoraba.
    ¡Traición en tal cruzada yo no me recelaba!

    122 Del escolar goloso, rival de mi cucaña
    escribí esta otra copla; que no os parezca extraña,
    pues ni antes ni después encontré yo en España
    nadie que me jugase una burla tamaña.

     

    FIGURA DE LA “TROTACONVENTOS”

    Explica las características de la Trotaconventos e indica en qué otra obra de la Edad Media este personaje se convierte en protagonista.

    Busqué trotaconventos, cual me mandó el Amor,
    de entre las más ladinas escogí la mejor.
    ¡Dios y la mi ventura guiaron mi labor!
    Acerté con la tienda del sabio vendedor.

    Pude dar con la vieja que había menester,
    astuta y muy experta y de mucho saber;
    ni Venus por Panfilo más cosas pudo hacer
    de las que hizo esta vieja para me complacer.

    Era una buhonera de las que venden joyas;
    estas echan el lazo, estas cavan las hoyas.
    Son estos viejos sapos, con sus sabias tramoyas,
    quienes dan el mazazo: te conviene que oigas.

    Siguiendo su costumbre, estas tales buhonas
    andan de casa en casa vendiendo muchas donas;
    nadie sospecha de ellas, están con las personas,
    mueven, con sus soplidos, molinos y tahonas.

    FRAGMENTOS MÁS CONOCIDOS DE LA OBRA

    Disputa del Romano y el griego

    Palabras son de sabio y díjolo Catón:
    el hombre, entre las penas que tiene el corazón,
    debe mezclar placeres y alegrar su razón,
    pues las muchas tristezas mucho pecado son.

    Como de cosas serias nadie puede reír,
    algunos chistecillos tendré que introducir;
    cada vez que los oigas no quieras discutir
    a no ser en manera de trovar y decir.

    Entiende bien mis dichos y medita su esencia
    no me pase contigo lo que al doctor de Grecia
    con el truhán romano de tan poca sapiencia,
    cuando Roma pidió a los griegos su ciencia.

    Así ocurrió que Roma de leyes carecía,
    pidióselas a Grecia, que buenas las tenía.
    Respondieron los griegos que no las merecía
    ni había de entenderlas, ya que nada sabía.

    Pero, si las quería para de ellas usar,
    con los sabios de Grecia debería tratar,
    mostrar si las comprende y merece lograr;
    esta respuesta hermosa daban por se excusar.

    Los romanos mostraron en seguida su agrado;
    la disputa aceptaron en contrato firmado,
    mas, como no entendían idioma desusado,
    pidieron dialogar por señas de letrado.

    Fijaron una fecha para ir a contender;
    los romanos se afligen, no sabiendo qué hacer,
    pues, al no ser letrados, no podrán entender
    a los griegos doctores y su mucho saber.

    Estando en esta cuita, sugirió un ciudadano
    tomar para el certamen a un bellaco romano
    que, como Dios quisiera, señales con la mano
    hiciera en la disputa y fue consejo sano.

    A un gran bellaco astuto se apresuran a ir
    y le dicen: -«Con Grecia hemos de discutir;
    por disputar por señas, lo que quieras pedir
    te daremos, si sabes de este trance salir».

    Vistiéronle muy ricos paños de gran valía
    cual si fuese doctor en la filosofía.
    Dijo desde un sitial, con bravuconería:
    «Ya pueden venir griegos con su sabiduría».

    Entonces llegó un griego, doctor muy esmerado,
    famoso entre los griegos, entre todos loado;
    subió en otro sitial, todo  el pueblo juntado.
    Comenzaron sus señas, como era lo tratado.

    El griego, reposado, se levantó a mostrar
    un dedo, el que tenemos más cerca del pulgar,
    y luego se sentó en el mismo lugar.
    Levantóse el bigardo, frunce el ceño al mirar.

    Mostró luego tres dedos hacia el griego tendidos
    el pulgar y otros dos con aquél recogidos
    a manera de arpón, los otros encogidos.
    Sientáse luego el necio, mirando sus vestidos.

    Levantándose el griego, tendió la palma llana
    y volvióse a sentar, tranquila su alma sana;
    levántase el bellaco con fantasía vana,
    mostró el puño cerrado, de pelea con gana.

    Ante todos los suyos opina el sabio griego:
    «Merecen los romanos la ley, no se la niego.»
    Levantáronse todos con paz y con sosiego,
    ¡gran honra tuvo Roma por un vil andariego!

    Preguntaron al griego qué fue lo discutido
    y lo que aquel romano le había respondido:
    «Afirmé que hay un Dios y el romano entendido
    tres en uno, me dijo, con su signo seguido.

    «Yo: que en la mano tiene todo a su voluntad;
    él: que domina al mundo su poder, y es verdad.
    Si saben comprender la Santa Trinidad,
    de las leyes merecen tener seguridad.»

    Preguntan al bellaco por su interpretación:
    «Echarme un ojo fuera, tal era su intención
    al enseñar un dedo, y con indignación
    le respondí airado, con determinación,

    que yo le quebraría, delante de las gentes,
    con dos dedos los ojos, con el pulgar  los dientes.
    Dijo él que su yo no le paraba mientes,
    a palmadas pondría mis orejas calientes.

    «Entonces hice seña de darle una puñada
    que ni en toda su vida la vería vengada;
    cuando vio la pelea tan mal aparejada
    no siguió amenazando a quien no teme nada».

    Por eso afirma el dicho de aquella vieja ardida
    que no hay mala palabra si no es a mal tenida,
    toda frase es bien dicha cuando es bien entendida.
    entiende bien mi libro, tendrás buena guarida.

    Consejos de don Amor

    Condiciones que ha de tener la mujer para ser bella.

    Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer
    muchas cosas tendrás primero que aprender
    para que ella te quiera en amor acoger.
    Primeramente, mira qué mujer escoger.

    Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,
    que no sea muy alta pero tampoco enana;
    si pudieras,  no quieras amar mujer villana,
    pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

    Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,
    cabellos amarillo no teñidos de alheña;
    las cejas apartadas, largas, altas, en peña;
    ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

    Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes
    y con largas pestañas, bien claras y rientes;
    las orejas pequeñas, delgadas; para mientes
    si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

    La su boca pequeña, así, de buena guisa
    su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa,
    conviene que la veas primero sin camisa
    pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

    Consejos de don Amor

    Historia de Pitas Payas

    No abandones tu dama, no dejes que esté quieta:
    siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
    no quieren en su casa pasar días de fiesta,
    no quieren el olvido; cosa probada y cierta.

    Es cosa bien segura: molino andando gana,
    huerta mejor labrada da la mejor manzana,
    mujer muy requerida anda siempre lozana.
    Con estas tres verdades no obrarás cosa vana.

    Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña;
    si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña).
    Era don Pitas Payas un pintor en Bretaña;
    casó con mujer joven que amaba la compaña.

    Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía,
    a Flandes volo ir, regalos portaría
    Dijo ella: -Monseñer, escoged vos el día,
    mas no olvidéis la casa ni la persona mía.

    Dijo don Pitas Payas. -Dueña de la hermosura,
    yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura
    para que ella os impida hacer cualquier locura.
    Contestó: -Monseñer, haced vuestra mesura.

    Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero
    y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero;
    estuvo allá dos años, no fue azar pasajero.
    Cada mes a la dama parece un año entero.

    Hacía poco tiempo que ella estaba casada,
    había con su esposo hecho poca morada;
    un amigo tomó y estuvo acompañada;
    deshízose el cordero, ya de él no queda nada.

    Cuando supo la dama que venía el pintor,
    muy de prisa llamó a su nuevo amador;
    dijo que le pintase cual supiera mejor,
    en aquel lugar mismo un cordero menor.

    Pero con la gran prisa pintó un señor carnero,
    cumplido de cabeza, con todo un buen apero
    Luego,  al siguiente día, vino allí un mensajero:
    que ya  don Pitas Payas llegaría ligero.

    Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
    su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
    cuando ya en su mansión con ella se ha metido
    la figura que pintara no ha echado en olvido.

    Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad,
    mostradme la figura y tengamos solaz
    -Monseñer -dijo ella- vos mismo la mirad:
    todo lo que quisieres hacer, hacedlo audaz.

    Miró don Pitas Payas el sabido lugar
    y vio aquel gran carnero con armas de prestar.
    -¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar
    que yo pintar corder y encuentro este manjar?

    Como en estas razones es siempre la mujer
    sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñer?
    ¿Petit corder, dos años no se ha de hacer carner?
    Si no tardaseis tanto aún sería corder.

    Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza,
    no seas Pitas Payas, para otro no se cueza;
    Incita a la mujer con gran delicadeza
    y si promete al fin, guárdate de tibieza.

     

    EL CONDE LUCANOR; DON JUAN MANUEL

    Lo que sucedió a un mancebo que casó con una muchacha muy rebelde

    Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le decía:

    -Patronio, un pariente mío me ha contado que lo quieren casar con una mujer muy rica y más ilustre que él, por lo que esta boda le sería muy provechosa si no fuera porque, según le han dicho algunos amigos, se trata de una doncella muy violenta y colérica. Por eso os ruego que me digáis si le debo aconsejar que se case con ella, sabiendo cómo es, o si le debo aconsejar que no lo haga.

    -Señor conde -dijo Patronio-, si vuestro pariente tiene el carácter de un joven cuyo padre era un honrado moro, aconsejadle que se case con ella; pero si no es así, no se lo aconsejéis.

    El conde le rogó que le contase lo sucedido.

    Patronio le dijo que en una ciudad vivían un padre y su hijo, que era excelente persona, pero no tan rico que pudiese realizar cuantos proyectos tenía para salir adelante. Por eso el mancebo estaba siempre muy preocupado, pues siendo tan emprendedor no tenía medios ni dinero.

    En aquella misma ciudad vivía otro hombre mucho más distinguido y más rico que el primero, que sólo tenía una hija, de carácter muy distinto al del mancebo, pues cuanto en él había de bueno, lo tenía ella de malo, por lo cual nadie en el mundo querría casarse con aquel diablo de mujer.

    Aquel mancebo tan bueno fue un día a su padre y le dijo que, pues no era tan rico que pudiera darle cuanto necesitaba para vivir, se vería en la necesidad de pasar miseria y pobreza o irse de allí, por lo cual, si él daba su consentimiento, le parecía más juicioso buscar un matrimonio conveniente, con el que pudiera encontrar un medio de llevar a cabo sus proyectos. El padre le contestó que le gustaría mucho poder encontrarle un matrimonio ventajoso.

    Dijo el mancebo a su padre que, si él quería, podía intentar que aquel hombre bueno, cuya hija era tan mala, se la diese por esposa. El padre, al oír decir esto a su hijo, se asombró mucho y le preguntó cómo había pensado aquello, pues no había nadie en el mundo que la conociese que, aunque fuera muy pobre, quisiera casarse con ella. El hijo le contestó que hiciese el favor de concertarle aquel matrimonio. Tanto le insistió que, aunque al padre le pareció algo muy extraño, le dijo que lo haría. (…)

    Celebrada la boda, llevaron a la novia a casa de su marido y, como eran moros, siguiendo sus costumbres les prepararon la cena, les pusieron la mesa y los dejaron solos hasta la mañana siguiente. Pero los padres y parientes del novio y de la novia estaban con mucho miedo, pues pensaban que al día siguiente encontrarían al joven muerto o muy mal herido.

    Al quedarse los novios solos en su casa, se sentaron a la mesa y, antes de que ella pudiese decir nada, miró el novio a una y otra parte y, al ver a un perro, le dijo ya bastante airado:

    -¡Perro, danos agua para las manos!

    El perro no lo hizo. El mancebo comenzó a enfadarse y le ordenó con más ira que les trajese agua para las manos. Pero el perro seguía sin obedecerle. Viendo que el perro no lo hacía, el joven se levantó muy enfadado de la mesa y, cogiendo la espada, se lanzó contra el perro, que, al verlo venir así, emprendió una veloz huida, perseguido por el mancebo, saltando ambos por entre la ropa, la mesa y el fuego; tanto lo persiguió que, al fin, el mancebo le dio alcance, lo sujetó y le cortó la cabeza, las patas y las manos, haciéndolo pedazos y ensangrentando toda la casa, la mesa y la ropa.

    Después, muy enojado y lleno de sangre, volvió a sentarse a la mesa y miró en derredor. Vio un gato, al que mandó que trajese agua para las manos; como el gato no lo hacía, le gritó:

    -¡Cómo, falso traidor! ¿No has visto lo que he hecho con el perro por no obedecerme? Juro por Dios que, si tardas en hacer lo que mando, tendrás la misma muerte que el perro.

    El gato siguió sin moverse, pues tampoco es costumbre suya llevar el agua para las manos. Como no lo hacía, se levantó el mancebo, lo cogió por las patas y lo estrelló contra una pared, haciendo de él más de cien pedazos y demostrando con él mayor ensañamiento que con el perro.

    Así, indignado, colérico y haciendo gestos de ira, volvió a la mesa y miró a todas partes. La mujer, al verle hacer todo esto, pensó que se había vuelto loco y no decía nada.

    Después de mirar por todas partes, vio a su caballo, que estaba en la cámara y, aunque era el único que tenía, le mandó muy enfadado que les trajese agua para las manos; pero el caballo no le obedeció. Al ver que no lo hacía, le gritó:

    -¡Cómo, don caballo! ¿Pensáis que, porque no tengo otro caballo, os respetaré la vida si no hacéis lo que yo mando? Estáis muy confundido, pues si, para desgracia vuestra, no cumplís mis órdenes, juro ante Dios daros tan mala muerte como a los otros, porque no hay nadie en el mundo que me desobedezca que no corra la misma suerte.

    El caballo siguió sin moverse. Cuando el mancebo vio que el caballo no lo obedecía, se acercó a él, le cortó la cabeza con mucha rabia y luego lo hizo pedazos.

    Al ver su mujer que mataba al caballo, aunque no tenía otro, y que decía que haría lo mismo con quien no le obedeciese, pensó que no se trataba de una broma y le entró tantísimo miedo que no sabía si estaba viva o muerta.

    Él, así, furioso, ensangrentado y colérico, volvió a la mesa, jurando que, si mil caballos, hombres o mujeres hubiera en su casa que no le hicieran caso, los mataría a todos. Se sentó y miró a un lado y a otro, con la espada llena de sangre en el regazo; cuando hubo mirado muy bien, al no ver a ningún ser vivo sino a su mujer, volvió la mirada hacia ella con mucha ira y le dijo con muchísima furia, mostrándole la espada:

    -Levantaos y dadme agua para las manos.

    La mujer, que no esperaba otra cosa sino que la despedazaría, se levantó a toda prisa y le trajo el agua que pedía. Él le dijo:

    -¡Ah! ¡Cuántas gracias doy a Dios porque habéis hecho lo que os mandé! Pues de lo contrario, y con el disgusto que estos estúpidos me han dado, habría hecho con vos lo mismo que con ellos.

    Después le ordenó que le sirviese la comida y ella le obedeció. Cada vez que le mandaba alguna cosa, tan violentamente se lo decía y con tal voz que ella creía que su cabeza rodaría por el suelo.

    Así ocurrió entre los dos aquella noche, que nunca hablaba ella sino que se limitaba a obedecer a su marido. Cuando ya habían dormido un rato, le dijo él:

    -Con tanta ira como he tenido esta noche, no he podido dormir bien. Procurad que mañana no me despierte nadie y preparadme un buen desayuno.

    Cuando aún era muy de mañana, los padres, madres y parientes se acercaron a la puerta y, como no se oía a nadie, pensaron que el novio estaba muerto o gravemente herido. Viendo por entre las puertas a la novia y no al novio, su temor se hizo muy grande.

    Ella, al verlos junto a la puerta, se les acercó muy despacio y, llena de temor, comenzó a increparles:

    -¡Locos, insensatos! ¿Qué hacéis ahí? ¿Cómo os atrevéis a llegar a esta puerta? ¿No os da miedo hablar? ¡Callaos, si no, todos moriremos, vosotros y yo!

    Al oírla decir esto, quedaron muy sorprendidos. Cuando supieron lo ocurrido entre ellos aquella noche, sintieron gran estima por el mancebo porque había sabido imponer su autoridad y hacerse él con el gobierno de su casa. Desde aquel día en adelante, fue su mujer muy obediente y llevaron muy buena vida.

    Pasados unos días, quiso su suegro hacer lo mismo que su yerno, para lo cual mató un gallo; pero su mujer le dijo:

    -En verdad, don Fulano, que os decidís muy tarde, porque de nada os valdría aunque mataseis cien caballos: antes tendríais que haberlo hecho, que ahora nos conocemos de sobra.

    Y concluyó Patronio:

    -Vos, señor conde, si vuestro pariente quiere casarse con esa mujer y vuestro familiar tiene el carácter de aquel mancebo, aconsejadle que lo haga, pues sabrá mandar en su casa; pero si no es así y no puede hacer todo lo necesario para imponerse a su futura esposa, debe dejar pasar esa oportunidad. También os aconsejo a vos que, cuando hayáis de tratar con los demás hombres, les deis a entender desde el principio cómo han de portarse con vos.

    El conde vio que este era un buen consejo, obró según él y le fue muy bien.

    Como don Juan comprobó que el cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:

    Si desde un principio no muestras quién eres

    Nunca podrás después cuando quisieres

    1. ”El Conde Lucanor” es una colección de cuentos. Este es solo uno de ellos. Investiga qué otras colecciones de cuentos se escribieron en la misma época.

    2. Antes de comenzar el relato sobre el joven que se casó con la chica rebelde hay un diálogo entre dos personas :

    • Escribe los nombres de las dos personas que dialogan
    • Resume el contenido del diálogo
    • Explica qué relación hay entre el diálogo y el cuento que se narra a continuación.

    3. ¿Por qué los cuentos pueden interesar en la E. Media?

    4. Justifica su pertenencia al género narrativo.

     

    Podéis descargar este cuadernillo en el siguiente enlace:

    LA EDAD MEDIA A TRAVÉS DE LOS TEXTOS

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